Cosa e mandinga

Me di cuenta que estaba desperdiciando mi vida en tratar de entender a otra persona como si eso fuese el amor. 
Porque así es como te lo venden las películas y la imaginación que está coaccionada por, seguramente, otra película o libro. Que uno tiene que darlo todo aún así vuelva o no. Que si haces eso seguramente algo en vos se transforme para mejor, porque además, ayudaste al otro en tu acto de total paciencia y compasión ilimitada. 
Me sentí como las madres que comen el pedazo de carne a medio masticar de su hijo cuando no lo quiere más y que eso en otras madres es normal, como que, “se entienden” y eso está bien. 
Y me pregunte: ¿por qué tiene que estar bien usar mi energía en esto? ¿en algún momento somos capaces de dimensionar todo lo que esta vida ofrece? Porque eso si que puede estar en un libro, en uña película, en una pintura o un recitar de poesía y aseguro que no se puede mentir. De hecho creo que cualquier hermosa imagen que uno imagine a la décima potencia de algo bello en esta vida aún sin conocerlo y aún pensando que “debe ser invento suyo”, existe. Porque así de maravillosa es. 
Y entonces volví a esas bitácoras internas donde camino hacia atrás para ver cuantos años pasaron ya desde que llegué acá y cuantos distintos “de grande quisiera...” fui pensando a cada momento de mi vida. Y lo que vi fue impresionante y me asombre mucho al descubrirlo. Me di cuenta que yo jamás había soñado o propuesto a mi misma como meta, el dar de mi hasta lo que no sabía que tenía en el acto de amar a otro. Por un instante pensé que tal vez entonces era con lo único que no nacíamos pero si traíamos. Espero explicarme. Que es algo que simplemente uno hace y se da. Así. Como las madres que entienden que comerse lo que el hijo trituro y llenó de saliva está bien, y no se juzgan entre ellas.  
Pero que pasa si acá yo me juzgo a mi misma en determinar si esto en verdad tiene algún beneficio para mi, para mi crecimiento, para el desarrollo de mi mente o el desarrollo de mi alma. Y se pasó un cuarto de hora en donde no pude encontrar ese “ah, si! ¡Pero claro! Esto, lo hago por esto, y también por aquello. Fin de la discusión”. Y me canse. Me canse como cuando te dicen que las plantas se ahogan si les das agua de más, y se mueren. Me canse como cuando batís una crema de leche de más y no sirve, y se pasa. Me canse como cuando las puertas de madera se hinchan de humedad y no cierran bien. Ese cansancio. Ese cansancio que yo sabía que era de mi con algo mio. Con algo que me cambio; una puerta hinchada, una crema cortada, una planta ahogada. 

El próximo capítulo debería ser descubrir si el cansancio no me quito el valor de admitirme a mi misma que esto no lo pedí pero me lo fabriqué, envolví, y envié con muchos momentos en los cuales no tuve conciencia de mi misma y aunque en actos de amor hubiese creído que no se podría funcionar como una cinta con empleados en una fábrica, lo hice. 

Comentarios

Entradas populares